Actualización
quincenal, días 1 y 15
de cada mes Santa
Fe y Barcelona,
01/12/25 Infancia y salud LA
PESTE DEL PUERTO Los
primeros
casos aparecieron en
un barrio pobre e
insalubre, había
varios niños entre
ellos, y la epidemia
rápido se extendió. El
marcado
descenso en la
vacunación de niños y
adolescentes
argentinos es una
cuestión seria,
peligrosa y urgente.
La vacunación de los
adultos también está
en descenso, y esto es
igual de serio.
Entonces, desde aquí
convido a mirar cómo
estamos de vacunas en
casa, o bien preguntar
en el centro de salud
o en los otros puestos
de vacunación que se
implementen. No
se trata ahora de
buscar culpables ni de
señalar a nadie con el
dedo, sino de
completar cada uno su
calendario de vacunas,
por el propio bien y
por el bien de todos.
De esta manera, la
Navidad será más
tranquila y el año
nuevo será mejor. Mientras
tanto,
tengo entre manos un
libro notable sobre lo
que pasó en una ciudad
parecida a Santa Fe.
Entre los primeros
casos hubo dos niños.
Y hubo muchos otros
niños desafortunados a
lo largo de la peste,
aunque al parecer el
infortunio infantil no
despertaba tanto
interés como las bubas
adultas. Aunque
diferente, la ciudad
de Porto, en Portugal,
se yergue como Santa
Fe a la vera de unas
majestuosas aguas
fluviales. La ciudad
debe su nombre a que
tiene puerto, tal como
lo tiene Santa Fe. El
libro relata con todo
detalle, y tanto desde
una perspectiva
sanitaria como desde
el punto de vista
socio-económico y
político, la epidemia
de peste que asoló la
ciudad a partir de
julio de 1899. Con el
nombre de peste se
conoce, desde hace
siglos, una enfermedad
infecciosa de triste
recuerdo porque
provocó extensas
pandemias de graves
consecuencias y gran
mortalidad. Escrito
por
un médico, profesor de
la Facultad de
Medicina de la
Universidad de Lisboa,
hoy jubilado, el libro
permite revivir con
histórica precisión
aquellos tiempos de
peste en Porto, y se
fundamenta en una
extensa bibliografía
basada sobre todo en
las noticias que
publicaban los diarios
de entonces. El libro
tiene 505 páginas, y
está redactado en un
portugués literario,
pero aséptico y
objetivo, privado de
sesgos políticos y de
palabras o expresiones
impropias. Es, por
tanto, un documento de
gran valor para
salvaguardar la
memoria. La
ciudad de Porto tenía
entonces unas zonas
próximas al puerto
donde vivía mucha
gente, sobre todo
niños y adultos
jóvenes. Era una zona
pobre, con calles de
tierra, viviendas
precarias y poca
higiene porque no
tenían agua corriente
ni desagües cloacales.
En este barrio es
donde comenzó la
epidemia y donde se
registró la mayor
mortalidad. Al
mismo tiempo, la
ciudad contaba con
otros barrios,
alejados del puerto,
que ya tenían agua
potable y casas de
buena construcción, y
había negocios
prósperos, plazas y
jardines. Por aquí
estaba la Universidad
de Porto, que tenía un
hospital anexo, y
ambos siguen estando.
Los profesores de la
Universidad se negaban
a aceptar la imperiosa
realidad de la peste y
discutían con la
autoridad sanitaria
municipal. Ese
hospital
y otras dependencias
municipales sirvieron
sobre todo para aislar
a los enfermos, pero
esta medida, y otras
como limitar el
desplazamiento de
personas, barcos y
mercaderías, tuvieron
que batallar duramente
contra políticos y
comerciantes, y
despertaron muchas
críticas, aunque
infundadas porque ya
se conocía la
importancia de aislar
la zona afectada, y a
sus habitantes sanos y
enfermos. Los
tratamientos eran poco
o nada efectivos. Aquel
barrio
portuario, en aquel
tiempo insalubre, ya
no aloja a una
población pobre y
hacinada. Por el
contrario, las calles
están hoy adoquinadas
y aquellas casas
pobres son hoy buenos
bares y buenos
restaurantes para
atender a una multitud
de turistas. El éxito
del barrio oculta su
tenebroso pasado, y
poco o nada permite
sospechar lo que por
allá pasó. Hacia
el final de la
epidemia, puesto que
había quedado a la
vista lo que se
mantenía oculto, que
las malas condiciones
de la gente y de sus
viviendas son un foco
peligroso, comenzaron
los trabajos de mejora
del barrio. Sin apuro
pero sin pausa, lo que
antes fue indigno para
unos y peligroso para
todos, es hoy una zona
recuperada que además
genera trabajo y
riqueza. Según
explica
el libro, estos
decisivos cambios en
los barrios bajos,
infectos e inseguros
fueron proyecto y
luego obra de la
autoridad municipal,
la misma que consiguió
controlar los aspectos
sanitarios de la
epidemia. No obstante,
el principal
responsable sanitario
tuvo que lidiar contra
una gran adversidad y
también contra las
críticas y los
obstáculos que
interponían los
poderosos de la
ciudad. Salvaguardar
lo
nuestro Todo
había comenzado cuando
un comerciante de la
zona buena de la
ciudad envió una nota
a la autoridad
municipal para
comunicarle que junto
al puerto se venían
registrando muertes
sospechosas. Primero
mandaron a un empleado
municipal para ver si
era cierto, y éste
volvió diciendo que,
en efecto, allá había
muertos y enfermos.
Después, el
responsable de la
sanidad municipal fue
en persona al barrio,
y en una sola calle
pudo comprobar que
había dos niños muy
enfermos, con fiebre y
bubas. Y varios
adultos enfermos, y
varios muertos. De
inmediato
avisó al hospital para
aislar a los enfermos
y se inició la
fumigación de las
casas, pero ya era
tarde, la epidemia de
peste bubónica ya
había comenzado y
rápidamente se
extendería a los otros
barrios de la ciudad
así como también a
otras ciudades del
país. La peste siguió
extendiéndose durante
los meses y años
siguientes, y afectó a
más ciudades y países,
y hasta llegó por mar
a Brasil. Y todo había
comenzado en un barrio
insalubre de una
ciudad como Santa Fe
bañada por las aguas
del río. Con
fotos y dibujos de la
época, el libro es Porto:
a
epidemia de peste de
1899, circunstâncias
e consequências, publicado por la
editorial de la
Universidad de Porto
en 2o22. El autor es
João Alcindo Pereira
Martins e Silva. El
libro me pareció tan
interesante y tanto me
pareció un ejemplo a
seguir para
salvaguardar la
memoria, que le
escribí un mail a la
editorial. Me permitía
felicitarlos por libro
tan ejemplar, y les
pedía que le
transmitieran al autor
mi admiración por tan
buena labor. Para mi
sorpresa, al día
siguiente recibí dos
correos. Uno de la
editorial y el otro
del autor del libro,
ambos de una
corrección y de una
amabilidad exquisitas. Hoy
vemos con preocupación
que ciertos poderosos
quieren establecer
otra verdad, quieren
reescribir la
historia, y para ello
ofrecen una versión
alterada de todo lo
que es, y de todo lo
que pasó. Esta nueva
versión ya no responde
al hecho histórico,
sino a ciertos
intereses oscuros,
fáciles de imaginar.
Esto está pasando en
Argentina (y en Gaza,
etc.). Es necesario
salvaguardar la
verdad, la memoria,
nuestra memoria, el
conocimiento y la
experiencia. En caso
contrario, nos
arriesgamos a perder
la memoria de lo que
pasó y a que nos
impongan, como ahora
pretenden, un relato
al servicio del poder. Contra
la peste no hay
vacuna, contra el
sarampión y la tos
convulsa, por suerte,
sí. Que cada uno mire
en su familia, en su
entorno y en su
barrio, entre los
amigos, y que
pregunte, que
consulte. Ya sé que
desde arriba no
ayudan, al contrario,
recortan, pero es lo
que la gente quiere.
Ya no queda nada del
Programa Nacional de
Salud Escolar, y al
parecer hay una
voluntad de comprar
cada vez menos
vacunas, y que las
compre otro. Pero lo
que más nos interesa
no está allá, sino
acá, en casa, entre
nosotros, en Santa Fe.
// Publica El Litoral,
miércoles 03/12/25:
jpg.-
Porto, 1899.
Las autoridades
observan la fumigación
de las casas de un
barrio pobre e
insalubre, la calle es
de tierra, los vecinos
esperan y no
entienden. Dos párrafos inéditos -
La peste tiene
actualmente un
tratamiento efectivo,
con un antibiótico.
Pero para llegar a
este punto tuvo que
pasar mucho tiempo y
mucho sufrimiento, y
se tuvieron que hacer
mil intentos. El libro
que comento le dedica
todo un capítulo a
recopilar información
sobre el pasado de la
peste, y gracias a
este esfuerzo
académico sabemos, por
ejemplo, que para el
tratamiento de esta
enfermedad, la
sabiduría popular y la
ciencia más científica
de cada momento
histórico recurrió a
inhalaciones de
sustancias aromáticas,
tratamientos con
sangre o excrementos
de animales,
sustancias vomitivas,
sangrías, aplicación
de calor intenso sobre
las bubas, purgas
intestinales, etc. Más
allá de estos
tratamientos, la
ciencia y el vulgo
consideraron desde muy
antiguo la necesidad
de aislar al paciente
y a sus contactos
inmediatos. -
Gracias a esta
voluntad de proteger
el conocimiento y de
defenderlo de los
negacionistas, sabemos
por ejemplo que la
peste conoció al menos
dos formas: la peste
bubónica,
caracterizada por la
aparición de bubas,
fiebre etc., que es
más frecuente. Y la
forma respiratoria,
más grave y de peor y
más rápida evolución.
De las dos hubo en
Porto. Para el
contagio de la forma
bubónica se requiere
la convivencia de
personas con ratones
infectados y con
pulgas. La forma
respiratoria, en
cambio, se contagia
por el aire, sin
necesidad de ratones
ni pulgas y, por este
motivo, y dada la
gravedad del cuadro
clínico que produce,
está en la lista de
las armas biológicas
potenciales, por
supuesto que
prohibidas pero, ya se
sabe, nunca se sabe.
![]() Todos los textos
de JB, aquí Los Bello.Cat
desde enero de 2015,
aquí La versión beta
del Bello.Cat, aquí Aquí, Paulo Bello / Alicia Bello, aquí
![]()
|
| Diseño: Jorge Franganillo |