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Genocidio en Gaza: Informe de Raúl Incertis, médico español en Gaza: «Perdí la cuenta de los niños que vi morir» / El doctor, que ha trabajado durante cuatro meses como voluntario en dos hospitales de la Franja, relata su experiencia en medio del caos, y su única certeza: atender a los menores.
El
padre de Nasser, de 2
años, lo acompaña en
los momentos previos
de su muerte. Un
bombardeo del ejército
israelí le produjo
lesiones cerebrales
incompatibles con la
vida, en Jan Yunis, el
13 de junio de 2025. - Entrevista a Ilan Pappé, historiador judío. «El sionisme és l’intent colonialista de crear una Europa fora d’Europa».
Infancia
y
salud LA
SEGURIDAD DEL PACIENTE La
seguridad del paciente
se centra este año en
los niños y los recién
nacidos porque también
ellos pueden ser
víctimas de un error
médico. Los errores
médicos y de enfermería
ocurren tanto en países
ricos como en países
pobres, y tanto en
grandes instituciones
como en pequeñas
clínicas de barrio. Y no
siempre salta a la vista
que esto es, o fue, un
error. El
Día Mundial sobre la
Seguridad del Paciente,
17 de septiembre, se
celebra este año bajo el
lema «Cuidados seguros
para todos los recién
nacidos y para todos los
niños». Se busca
proteger en especial a
la infancia, de los
errores, porque los
errores, negligencias,
olvidos, impericias,
mala gestión, etc.,
pueden provocar
importantes
repercusiones, a corto y
a largo plazo. No se
trata, acá y ahora, de
destapar errores, sino
de aprender a
prevenirlos. Se trata de
construir, y de
construir entre todos. El
principio más básico de
las instituciones y de
sus profesionales es no
hacer daño. Este
principio se aplica
tanto a cualquier
profesional vinculado a
la salud como a
cualquier centro
sanitario, público o
privado. Pero, pese a
este principio
elemental, no son raros
los casos en que el
paciente sufre un daño,
en vez de recibir un
beneficio, como
consecuencia de la
atención recibida, o por
no haberla recibido. Este
daño es casi siempre
involuntario, pero esto
no quita la
responsabilidad. Y esta
responsabilidad puede
ser tanto de un
profesional en concreto
(por haber hecho algo
mal, o por no haberlo
hecho) como de la
institución, por no
proporcionar, a
pacientes y
profesionales, un
entorno lo más seguro
posible. Es
necesario remarcar este
último punto, sobre la
responsabilidad de la
institución, hospital,
sanatorio o centro de
salud. Por ejemplo: si
un médico de guardia
está obligado a trabajar
bajo una presión
asistencial excesiva,
por falta de personal, o
más horas de las que son
razonables, o sin los
elementos mínimos que
requiere la asistencia,
es entonces más probable
que cometa un error.
Pero, en este caso, sin
duda, la institución
tiene una buena parte de
la culpa. El
concepto de seguridad
del paciente se refiere
precisamente al conjunto
de medidas que deben
tomarse, acciones que
deben hacerse,
precauciones que deben
asumirse a fin de
asegurar, hasta donde
sea posible, que el
paciente no recibirá un
daño vinculado a la
atención médica o de
enfermería, y tanto por
acción como por omisión.
Aunque siempre estará
latente la posibilidad
del error, hay que hacer
todo lo posible para que
esta posibilidad sea
mínima. Y, si ocurre,
hay que reconocer el
error o la omisión, y
ofrecer disculpas, y
reparación. Este
año, como decía, la
seguridad del paciente
quiere resaltar que hay
que tener presente la
seguridad en la sala de
partos, con el recién
nacido y con los niños
en general. Hay que
evitar las situaciones
que puedan condicionar
que se cometa un error,
o que no se haga aquéllo
que había que hacer. La
mala letra es otro
ejemplo de situación que
puede condicionar que se
cometa un error. Se dice
que los médicos tienen
mala letra, pero poco o
nada se dice respecto a
que esta mala letra es
una mala costumbre, y a
la vez un muro tras el
cual esconderse. La mala
letra en una receta es
una falta de respeto que
ningún paciente debería
aceptar. La
mala letra en una receta
pone en riesgo al
paciente porque se
presta a una mala
interpretación de lo que
allí esté escrito. O
bien se presta a que la
interprete quien no está
facultado ni capacitado
para ello. Similar puede
decirse de la mala letra
en un informe médico o
en una historia clínica.
Las nuevas tendencias de
informatizar toda la
labor médica y de
enfermería, incluso
recetas y
recomendaciones, entre
otros objetivos intenta
corregir el mal hábito
de la mala letra. La
labor de pediatría es de
mejor calidad y ofrece
mejores perspectivas
cuando incluye los
conceptos de seguridad
del paciente. Lo mismo
puede decirse de la
medicina de los adultos.
En este contexto, los
protocolos de actuación
médica y de enfermería
establecen criterios
consensuados sobre qué
se debe hacer y qué no
se debe hacer en cada
caso a fin de ofrecer
una atención de calidad
y de evitar tanto
errores como excesos y
omisiones. Los
protocolos de las
grandes instituciones
médicas, que son
referencia para todas
las demás, suelen estar
disponibles en internet.
Hay protocolos para
todo, incluso para las
anginas de los chicos. Responsabilidad
institucional El
tema es más complejo de
lo que parece y por
tanto no puede resumirse
aquí. Pero sí pueden
aportarse datos y
reflexiones para un
debate enriquecedor. Sin
querer liberar al médico
o a la enfermera de la
responsabilidad que les
compete sobre todo lo
que hacen o dejan de
hacer, cada vez se pone
más el foco en la
responsabilidad de la
institución donde tal
profesional se
desempeña. Hay, sin
duda, una
responsabilidad
institucional, es decir,
en la manera como se
manejan los recursos
humanos, materiales y
financieros de toda
institución dedicada a
la salud de los demás.
Por ejemplo, ya hace
años que quedó
establecido que la
institución tiene una
parte importante de
culpa en el síndrome de
sentirse quemado
(«burnout»), que afecta
a no pocos profesionales
de la salud, y de la
docencia. Por lo tanto,
ante toda situación que
pueda considerarse un
error, conviene mirar
tanto a quien lo pudo
cometer de manera
directa, como también a
quien lo pudo haber
condicionado de manera
indirecta. En
este contexto de
responsabilidad
institucional, los
recortes de presupuesto
en sanidad que se han
aplicado en estos
últimos meses implican
un riesgo para la
seguridad del paciente
porque afectan a la
cantidad y a la calidad
de los recursos
disponibles, tanto
humanos como materiales. El
error lo puede cometer
un médico, una
enfermera, etc., pero
hoy en día hay que
preguntarse cuánta culpa
tiene el profesional y
cuánta culpa tiene el
centro sanitario. Y si
el centro sanitario
tiene indirectamente una
parte de la culpa del
error médico, o de una
omisión, hay que
preguntarse por qué. Y
para tener una respuesta
hay que mirar tanto a
los directivos del
centro como a los
políticos que les
establecen normas y
presupuestos, es decir,
que sin saber medicina o
sin estar en contacto
directo con la actividad
asistencial, les
condicionan la forma de
atender a los pacientes.
Esto ocurre cuando miran
más a los números que a
las personas. Tengamos
presente que tanto
médicos y enfermeras,
como políticos y
directivos, son todos
servidores de la
comunidad, y no al
revés. Publicado
al más alto nivel y
escrito por un
especialista, un
artículo de este mes nos
recuerda, y de hecho
denuncia ante el mundo
científico, la actual
política argentina de
recortes en los
presupuestos de salud. Y
explica cómo estos
recortes afectan a casi
la mitad de los
argentinos, es decir, a
los que dependen de las
instituciones públicas
de salud. Propone
mantenerse atentos a los
resultados de estas
medidas, así como
también a «la
sostenibilidad política
de este enfoque
libertario, que esgrime
una motosierra en lugar
de un bisturí». Véase: Milei’s
chainsaw health
reforms in Argentina:
the libertarian turn
in public health
(Las drásticas reformas
sanitarias de Milei en
Argentina: el giro
libertario en la salud
pública). Lancet,
01/09/25. Publica El
Litoral, martes
16/09/25: html
- jpg.
/ Organización Mundial
de la Salud, Día
Mundial de la
Seguridad del Paciente,
y enlaces relacionados.
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