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quincenal, días 1 y 15
de cada mes 15/10/25 : Infancia y salud ![]() ![]() En un hospital de Gaza, tres bebés neonatos reciben atención especializada y comparten una única servocuna. En otras circunstancias, en un hospital en paz, estaría cada uno por separado en su propia incubadora. / Foto: Médicos sin Fronteras. / Pese al rechazo mundial del genocidio de Gaza y a la conquista violenta del territorio gazatí (y palestino en general, al otro lado del río Jordán), las voces interesadas insisten en considerarse víctimas de un gran atropello. ![]() EL
VOTO
INFANTO-JUVENIL El
adultismo es una forma
de discriminación
según la cual los
adultos, creyendo
tener razón, toman
decisiones que afectan
a la infancia y a la
adolescencia sin tener
previamente en cuenta
el punto de vista
infanto-juvenil.
Cuando los
consultaron, las
respuestas fueron
sorprendentes, y
válidas. Y de aquí
resulta que conviene
conocer la opinión,
los deseos, las
expectativas del
público infantil y
juvenil, así como
también sus dolores y
sus decepciones. Chicos
y adolescentes
representan un tercio
de la humanidad, y son
ellos quienes
disfrutarán, o
sufrirán el mundo, el
país, la ciudad, el
barrio que les
dejemos. Entonces es
lógico, puesto que son
herederos de lo bueno
y de lo malo, que su
opinión sea tenida en
cuenta. Esto de tener
en cuenta la opinión
infanto-juvenil es un
derecho ya establecido
desde la Declaración
Universal de los
Derechos del Niño.
Argentina y casi todos
los otros países del
mundo aceptaron estos
derechos. Estados
Unidos, en cambio, no. Junto
a este derecho, de ser
tenidos en cuenta,
está el derecho de
poder expresarse con
libertad a través de
un medio adecuado.
Recordemos que allá
donde hay un derecho
hay también una
obligación. Cuando la
autoridad municipal,
de barrio, de escuela,
buscó la opinión de
los adolescentes y de
los chicos puberales y
prepuberales, y lo
hizo a través de un
método serio de
encuesta seria,
descubrieron que el
pensamiento
infanto-juvenil puede
aportar valiosos
argumentos, y
sinceros, al debate
que siempre debe
preceder a la toma de
una decisión. En
cambio, el debate de
los adultos, que
deberían debatir en
serio antes de tomar
decisiones que se
pretendan serias, con
cierta frecuencia
huele a naftalina,
tiene telarañas y luce
la triste pátina de
ser más o menos lo
mismo de siempre, a
cargo de más o menos
los mismos de siempre. Un
ejemplo simple para
ver cuánto ayuda
preguntarles qué
quieren, y qué no
quieren, es la
cuestión de abrir las
escuelas durante los
meses de verano. La
escuela hace una
encuesta para saber si
los alumnos quieren
que el patio de la
escuela permanezca
abierto durante las
mañanas y las tardes
del verano, y sobre
qué actividades se
podrían hacer. Si con
una participación
adecuada los alumnos
dicen por mayoría que
quieren ir al patio de
la escuela en verano,
entonces la escuela
tiene que organizar el
patio de verano y
facilitar el personal
necesario, tal vez con
la participación de
voluntarios: padres y
abuelos, hermanos
mayores, adolescentes
de secundaria que
quieran atender a los
chicos de primaria,
etc. El
patio de verano
implica juegos,
espacios para
conversar sin celular,
clases de repaso, un
tiempo para el debate,
etc., todo en un
entorno seguro,
saludable y
controlado. Incluso
puede haber comedor.
La excusa del
presupuesto para decir
que no ya no es
creíble puesto que la
Provincia se dispone a
gastar mucho dinero en
los Juegos
Suramericanos del año
que viene, aún
sabiendo que este tipo
de eventos, según
demuestra la
experiencia
internacional, ni son
un buen negocio para
la Provincia (pero sí
lo son para unos pocos
bolsillos) ni
contribuyen a mejorar
la situación de
quienes más ayuda
necesitan. Estos
juegos tal vez
obliguen a fortalecer
los hospitales, pero
dudo que fortalezcan
las escuelas, que es
donde Santa Fe forja
su futuro. El
patio de verano es un
ejemplo básico y
elemental, pero hay
otros. En los recursos
bibliográficos está la
experiencia de
instituciones que han
consultado la opinión
del público
infanto-juvenil antes
de tomar una decisión
que les afecte. Los
resultados son
notables y para
tenerlos en cuenta.
Nadie se refiere a las
grandes cuestiones
nacionales, que
requieren la opinión
de expertos, sino a
las muchas cuestiones
municipales, de
barrio, de escuela, de
club. La
encuesta debe ser
seria para que sus
resultados sean
válidos, y debe haber
un compromiso previo
para hacer en seguida
aquello razonable y
necesario que pida una
mayoría. Hay que
darles el turno de
palabra, y luego
cumplir, porque la
palabra que no se
cumple, y de esto hay
vasta experiencia,
provoca una
desconfianza que
destruye. Y lo que
necesitamos es
construir. La
encuesta, cuando está
bien hecha, es un
método útil y fiable,
incluso cuando quienes
responden son niños y
adolescentes. Llevada
a otro nivel, una
encuesta es lo mismo
que un proceso
electoral donde se
busca saber qué
quieren y qué no
quieren los ciudadanos
mediante la elección
o, mejor, la selección
de las personas que
prometen, que se
comprometen a hacer
ésto o aquéllo.
Elegimos así a quienes
queremos que nos
representen, aunque
éstos mencionan poco o
nada a la infancia y
la adolescencia. Enseñar
a votar Argentina
convoca a los
adolescentes de 16 y
17 años y les propone
la opción de votar y
contribuir así a
elegir a quienes los
representen. El voto
juvenil de 16 y 17
años no es nuevo en el
mundo (consta en
Sudáfrica en 189o) ni
hoy es novedad puesto
que lo permiten,
aunque sólo para
ciertas elecciones, en
Alemania, Grecia,
Bélgica, Austria, etc.
Otros países están
valorando esta opción.
Recordemos que hasta
no hace mucho el voto
quedaba restringido
para los mayores de 21
años, y que las
mujeres tuvieron que
reclamar mucho, y
recibir represión y
menosprecio para tener
un derecho a voto que
hoy nos parece
incuestionable. Es
decir, lo que hoy no
se ve, mañana se verá
bien. Los
adolescentes de Santa
Fe con opción a voto
fueron niños hace
poco, y seguramente
muchos conservarán
parte de la niñez en
un cuerpo y en un
pensamiento
adolescente. Habrá
quienes están aún en
la escuela secundaria,
algunos habrán
abandonado los
estudios. No tienen la
experiencia
democrática de haber
participado en una
encuesta para decidir
entre todos, por
ejemplo, si abrimos o
cerramos el patio de
la escuela en verano.
Hay que enseñar a
votar, y practicar el
voto y entender el
valor del resultado,
para así aprender a
votar. Hay que valorar
el voto en libertad,
cosa que no todos los
países tienen. Los
adolescentes con
derecho a voto, todos,
se preguntan cosas y
se hacen ilusiones. El
voto juvenil tiene
defensores y
detractores. Hay
muchas opiniones, y
nadie tiene la verdad.
Ellos tienen más
futuro por delante que
nosotros, y entonces
parece lógico que
puedan contribuir a
diseñar y a construir
el futuro. No
sé si el voto juvenil
argentino responde a
la voluntad seria de
querer saber qué
quieren y qué no, y de
darles en consecuencia
un espacio en las
urnas en igualdad de
condiciones. O si
responde más bien a
oscuros cálculos de
especulación política.
Sea como sea, es hoy
una realidad, y ellos
deberían aprovecharla
sabiendo que son una
fuerza que podría
inclinar la balanza
hacia un lado o hacia
el otro. Por esto
entonces hay que
pensar más, y con
mirada más larga, en
la educación y en la
formación, aprendizaje
y experiencia, como
instrumentos decisivos
para diseñar el
futuro. A su vez,
nosotros los adultos
tenemos que
reflexionar sobre
hasta qué punto lo que
pasa en las aulas, y
las experiencias que
hayamos sido capaces
de ofrecerles, buenas
y malas, son la clave
que decide cómo será
nuestro futuro, el de
todos, el que empieza
al día siguiente. //
Publica El
Litoral,
sábado 18/10/25: html
·
jpg. // Este
artículo sólo
permaneció unas tres o
cuatro horas en el ueb
del diario, y ocupando
de entrada la cuarta
posición de una serie
de cuatro.
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